Si en la infancia los padres son los dioses, las tías y los tíos vendrían a ser divinidades menores, mitológicas, a las que veneramos o tememos. En La Grafa, los tíos varones son ovejas descarriadas: locos, alcohólicos, vagos, charlatanes. Mientras sus esposas crían hijos, viajan, trabajan, mantienen la cordura. El clan familiar parece un barquito surcando las aguas tumultuosas de la vida y de la historia. Una nave precaria donde salvarse o naufragar.
La grafa es una novela construida con el oído sensible de una nena de seis años. Es también una novela de retazos, el entretejido cotidiano de una familia obrera en los setenta. La voz lúcida de esta pequeña narradora nos deja entrever intramuros el clima sindical y peronista de la época. Una novela con una respiración perfecta.
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